Perfil cultural en la región Este

Las provincias que constituyen la región Este son San Pedro de Macorís, La Romana, La Altagracia, El Seybo y Hato Mayor. Estas provincias hacen una cadena que bordea la costa sureste del país, siendo ésta la parte más sobresaliente de la isla, similar a la punta de sílex de un hacha petaloide, de los grupos culturales que la habitaron hasta la colonización de La Española. Su situación geográfica y la disposición de sus terrenos y de sus ríos la convierten en extensas llanuras, de tierras poco pobladas.

La hidrografía de la región Este es de gran importancia para la zona. Los ríos que bañan sus tierras nacen en la Cordillera Oriental. La nomenclatura de los mismos tiene su origen en la lengua taína: Yabón, Macorís, Chavón, Yuma, Soco, Iguamo, y sus aguas se esparcen a través de una gran extensión de terrenos llanos y fértiles.

Esta combinación de ríos y llanuras ha hecho posible el cultivo de la caña en grandes extensiones de terrenos, logrando la mayor producción azucarera del país, durante muchos años, convirtiendo el azúcar en el primer rubro de exportación.

Los terrenos de la región por largo tiempo permanecieron sin una división catastral, lo que permitió que estas grandes extensiones de tierra, además de albergar extensos cañaverales, pudieran ser utilizadas como pasto para el ganado, dando lugar al surgimiento de una cultura ganadera, que aún persiste en la zona.

El Este tiene una conformación costera caracterizada por las múltiples caletas existentes, lo que hacen de ésta una costa idónea para puertos. Dentro de línea costera cuenta con un gran puerto en San Pedro de Macorís, el cual se constituyó, durante gran parte del siglo XIX e inicios del XX, en uno de los principales puntos de intercambio comercial del país, impactando de forma muy favorable en el desarrollo económico, social y cultural de la provincia, lo que la hizo adquirir, a partir de entonces, el calificativo de la “Sultana del Este”.

Su costa tiene una conformación natural para recibir y brindar acogida a los visitantes, así como para sentir la siempre melancólica partida, a la que nos transporta aquel ya mítico “… negro viejo del puerto…”, sino que además este borde de la isla constituye una privilegiada fuente de riqueza ecológica con los manglares que habitan su costa.

La región Este es la zona de mayor riqueza arqueológica investigada en todo el país. La mayoría de las piezas que engrosan las colecciones, tanto del Estado como las privadas, proceden de esta región.
La riqueza de los hallazgos arqueológicos de la zona, fundamentalmente de arte objetual, se explica por la riqueza de sus costas, lo cual permitió el asentamiento de una gran masa poblacional. La casi totalidad de las piezas que conforman las colecciones de los tres museos arqueológicos del país, como son: Museo Arqueológico de Altos de Chavón, Museo de la Fundación García Arévalo y Museo del Hombre Dominicano proceden de esta región. Pese a lo anterior, existen pocos estudios que revelen las formas culturales pre-hispánicas de la zona y los sistemas de causalidad que sustentan estas muestras objetuales, llegadas hasta nuestros días. Esto ocurre así porque las disposiciones sobre los hallazgos arqueológicos, si bien están debidamente enmarcadas en la legislación cultural nacional, que se ha forjado desde 1870, parten de una concepción que valoriza el objeto como elemento de colección y no en la perspectiva de reconstrucción del sujeto partícipe de una historia que nos es común a todos.

Un sistema que define e identifica a la región Este históricamente es el de los hatos o el sistema hatero de la tenencia de tierra, incidiendo en su desarrollo, al conformar una forma de producción y sustentación de su población. Dicho sistema marcó ostensiblemente el perfil de la región durante varios siglos. Una de las particularidades del mismo es la de propiciar una baja densidad poblacional, lo que significó no desarrollar grandes centros urbanos, lo que a su vez explica un cierto aislamiento entre las diferentes comunidades.

La vida de la Región giró en torno a la ganadería, que era la base económica; exceptuando la Villa de Higüey, que se ha caracterizado por una importante producción agrícola y el fervor religioso que concita la advocación mariana a la Virgen de la Altagracia.

Con el paso del tiempo, el devenir histórico de la región Este ha estado marcado por diferentes hitos. Durante el siglo XVIII son movilizadas algunas poblaciones, originalmente fronterizas con Haití, lo que conllevó la relocalización de los habitantes de algunos pueblos. En este período se produce también un flujo migratorio importante desde las islas Canarias, que se ubica directamente en zonas del Este. De esta migración cabe destacar Los Llanos, en la provincia de San Pedro de Macorís, por su marcada herencia cultural de influencia canaria.

Durante el siglo XIX, el Este no estuvo exento de las guerras de Independencia. Una de las personas que jugó un rol protagónico en este proceso fue el General Pedro Santana, nacido en la región. Ya para entonces los hateros de quién era líder indiscutible poseían fuerza económica, derivada de la ganadería, contando con hombres armados y buenas reservas caballares, importante para las campañas bélicas en proceso. El Este llegó a convertirse en un importante polo político para la consecución de los objetivos de la separación con Haití.

El siglo XX se caracteriza por la influencia de los centrales azucareros en la vida de la región. Con la llegada de los capitales extranjeros y la expropiación de las tierras hateras, para los fines de la producción capitalista, se experimenta un cambio dramático en las estructuras productivas, generando un proceso de proletarización del campesinado de la zona, pudiendo localizarse aquí la génesis del movimiento social encabezado por los llamados “gavilleros”, durante la primera de las dos intervenciones militares norteamericanas del siglo XX.

El auge del capital extranjero, combinado con las facilidades que otorgaba el puerto de San Pedro de Macorís, atrajo un gran número de braceros extranjeros, entre las que se encuentran las Antillas Menores. Este proceso de movilidad que sustenta la industria del azúcar marca el perfil cultural del Este, así como su desarrollo económico. Los inmigrantes de las Antillas provenían principalmente de las islas inglesas y holandesas, y han sido llamados “Cocolos”. Esta población se dedicó básicamente al trabajo en los ingenios, aunque realizó también quehaceres artesanales y técnicos. El tesón, esfuerzo y gran disciplina de esta población de inmigrantes, les ha dado un sitio destacado en la sociedad dominicana, teniendo exponentes en las diferentes disciplinas en las que han elegido desarrollarse. Cabe señalar que la industria del azúcar fue el motor impulsor de su llegada al país, y se convirtieron en apreciados técnicos, llegando a tener el proceso industrial a su cargo. Estos mismos técnicos hoy laboran tanto en el país como en la industria azucarera de los Estados Unidos.

El movimiento industrial de San Pedro de Macorís, una vez iniciado el siglo XX, generó, como ya señalamos, un proceso de expropiación de las tierras campesinas; pues los grandes ingenios iniciaron la adquisición de las tierras bajo concesiones, compras o engaños, lo que provocó un gran descontento, creando un movimiento contestatario; primero con la guerrilla, para la primera ocupación americana y luego con el inicio del movimiento sindical.

Este movimiento económico creó una dinámica muy particular en el comercio, lo que atrajo una notable afluencia de migración árabe. Al igual que en el Cibao, se desarrolla con este grupo poblacional un comercio itinerante de buhoneros que visitaban los bateyes de la zona, convirtiéndose en una fuerte competencia para los almacenes de mercaderías, existentes en los mismos.

El período de oro de la región, sobre todo de la llamada Sultana del Este, San Pedro de Macorís, fue breve, aunque de innegable importancia no sólo para la región, sino para el país por todos sus aportes a la economía nacional y a los rasgos y manifestaciones culturales desarrolladas.

Al final del siglo XX, el cultivo de la caña en el Este, cuyo producto era el primer renglón de exportación del país, tomó de manera gradual un perfil bajo, al no necesitar nuestro principal comprador, Estados Unidos, del azúcar que producíamos. Esto aunado a la pobre administración de los ingenios estatales, por no haber logrado la diversificación y la tecnificación que demandaba la nueva realidad económica.

La industria turística, la Costa Norte y la Costa Este recibieron especial atención, gracias a las condiciones naturales que las favorecían; logrando la del Este un desarrollo inicial más ágil por el capital extranjero, ya existente en la zona, que invirtió en proyectos de infraestructura, desarrollo que se inicia en 1966 y ha sido sostenido hasta la fecha, con las consecuencias transformadoras que el mismo comporta.

A partir de la década de los ochenta se implementa como política económica nacional las zonas francas, teniendo el Este algunos de los primeros y principales parques que alojan estas industrias. Este fenómeno, aunque más voluble, ha afectado, tanto al turismo, la economía de la región, como los hábitos de sus pobladores.

La región de la que venimos tratando tiene particularidades que crean un perfil que le es propio. Una de las características más reconocida nacional e internacionalmente, a patir de la segunda mitad de este siglo, ha sido el auge del Base-Ball, con una gran cantidad de deportistas que han hecho historia en las Grandes Ligas.

Las migraciones antes señaladas aportaron sus costumbres culinarias, su idioma, su música y tradiciones religiosas, destacándose las churchas y los cantos que nos transportan al sur de los Estados Unidos, como probable origen común de destinos diversos. Las migraciones afroamericanas de las Antillas aportaron las sociedades secretas y las hermandades de ayuda mutua.

Las danzas y juegos conmemorativos de la Navidad y Año Nuevo remueven la población con el repiqueteo del triángulo y el “good morning”; siendo las más reconocidas, en la actualidad, la de los Guloyas y los Momises.

El santuario principal del país se encuentra allí, en Higüey, a pesar de que la patrona del país e incluso de la isla es La Virgen de Las Mercedes, cuyo santuario se encuentra en el Santo Cerro, en La Vega. La Virgen de La Altagracia es la patrona espiritual de los dominicanos, concitando una enorme atención y continua peregrinación.

Esta región es la única en el país que alberga la tradición de lidiar los toros, precisamente por ser una productora de ganado y pastoreo. Por otra parte, ha visto su tierra nacer figuras señeras de la patria, como son: los hermanos Fernando y Gastón Deligne, destacadas figuras de la literatura nacional; mujeres ejemplares, de temple y universal como fuera Evangelina Rodríguez, primera dominicana graduada en medicina y pionera del movimiento feminista.

Las provincias que constituyen la región Este son San Pedro de Macorís, La Romana, La Altagracia, El Seybo y Hato Mayor. Estas provincias hacen una cadena que bordea la costa sureste del país, siendo ésta la parte más sobresaliente de la isla, similar a la punta de sílex de un hacha petaloide, de los grupos culturales que la habitaron hasta la colonización de La Española. Su situación geográfica y la disposición de sus terrenos y de sus ríos la convierten en extensas llanuras, de tierras poco pobladas.

La hidrografía de la región Este es de gran importancia para la zona. Los ríos que bañan sus tierras nacen en la Cordillera Oriental. La nomenclatura de los mismos tiene su origen en la lengua taína: Yabón, Macorís, Chavón, Yuma, Soco, Iguamo, y sus aguas se esparcen a través de una gran extensión de terrenos llanos y fértiles.

Esta combinación de ríos y llanuras ha hecho posible el cultivo de la caña en grandes extensiones de terrenos, logrando la mayor producción azucarera del país, durante muchos años, convirtiendo el azúcar en el primer rubro de exportación.

Los terrenos de la región por largo tiempo permanecieron sin una división catastral, lo que permitió que estas grandes extensiones de tierra, además de albergar extensos cañaverales, pudieran ser utilizadas como pasto para el ganado, dando lugar al surgimiento de una cultura ganadera, que aún persiste en la zona.

El Este tiene una conformación costera caracterizada por las múltiples caletas existentes, lo que hacen de ésta una costa idónea para puertos. Dentro de línea costera cuenta con un gran puerto en San Pedro de Macorís, el cual se constituyó, durante gran parte del siglo XIX e inicios del XX, en uno de los principales puntos de intercambio comercial del país, impactando de forma muy favorable en el desarrollo económico, social y cultural de la provincia, lo que la hizo adquirir, a partir de entonces, el calificativo de la “Sultana del Este”.

Su costa tiene una conformación natural para recibir y brindar acogida a los visitantes, así como para sentir la siempre melancólica partida, a la que nos transporta aquel ya mítico “… negro viejo del puerto…”, sino que además este borde de la isla constituye una privilegiada fuente de riqueza ecológica con los manglares que habitan su costa.

La región Este es la zona de mayor riqueza arqueológica investigada en todo el país. La mayoría de las piezas que engrosan las colecciones, tanto del Estado como las privadas, proceden de esta región.
La riqueza de los hallazgos arqueológicos de la zona, fundamentalmente de arte objetual, se explica por la riqueza de sus costas, lo cual permitió el asentamiento de una gran masa poblacional. La casi totalidad de las piezas que conforman las colecciones de los tres museos arqueológicos del país, como son: Museo Arqueológico de Altos de Chavón, Museo de la Fundación García Arévalo y Museo del Hombre Dominicano proceden de esta región. Pese a lo anterior, existen pocos estudios que revelen las formas culturales pre-hispánicas de la zona y los sistemas de causalidad que sustentan estas muestras objetuales, llegadas hasta nuestros días. Esto ocurre así porque las disposiciones sobre los hallazgos arqueológicos, si bien están debidamente enmarcadas en la legislación cultural nacional, que se ha forjado desde 1870, parten de una concepción que valoriza el objeto como elemento de colección y no en la perspectiva de reconstrucción del sujeto partícipe de una historia que nos es común a todos.

Un sistema que define e identifica a la región Este históricamente es el de los hatos o el sistema hatero de la tenencia de tierra, incidiendo en su desarrollo, al conformar una forma de producción y sustentación de su población. Dicho sistema marcó ostensiblemente el perfil de la región durante varios siglos. Una de las particularidades del mismo es la de propiciar una baja densidad poblacional, lo que significó no desarrollar grandes centros urbanos, lo que a su vez explica un cierto aislamiento entre las diferentes comunidades.

La vida de la Región giró en torno a la ganadería, que era la base económica; exceptuando la Villa de Higüey, que se ha caracterizado por una importante producción agrícola y el fervor religioso que concita la advocación mariana a la Virgen de la Altagracia.

Con el paso del tiempo, el devenir histórico de la región Este ha estado marcado por diferentes hitos. Durante el siglo XVIII son movilizadas algunas poblaciones, originalmente fronterizas con Haití, lo que conllevó la relocalización de los habitantes de algunos pueblos. En este período se produce también un flujo migratorio importante desde las islas Canarias, que se ubica directamente en zonas del Este. De esta migración cabe destacar Los Llanos, en la provincia de San Pedro de Macorís, por su marcada herencia cultural de influencia canaria.

Durante el siglo XIX, el Este no estuvo exento de las guerras de Independencia. Una de las personas que jugó un rol protagónico en este proceso fue el General Pedro Santana, nacido en la región. Ya para entonces los hateros de quién era líder indiscutible poseían fuerza económica, derivada de la ganadería, contando con hombres armados y buenas reservas caballares, importante para las campañas bélicas en proceso. El Este llegó a convertirse en un importante polo político para la consecución de los objetivos de la separación con Haití.

El siglo XX se caracteriza por la influencia de los centrales azucareros en la vida de la región. Con la llegada de los capitales extranjeros y la expropiación de las tierras hateras, para los fines de la producción capitalista, se experimenta un cambio dramático en las estructuras productivas, generando un proceso de proletarización del campesinado de la zona, pudiendo localizarse aquí la génesis del movimiento social encabezado por los llamados “gavilleros”, durante la primera de las dos intervenciones militares norteamericanas del siglo XX.

El auge del capital extranjero, combinado con las facilidades que otorgaba el puerto de San Pedro de Macorís, atrajo un gran número de braceros extranjeros, entre las que se encuentran las Antillas Menores. Este proceso de movilidad que sustenta la industria del azúcar marca el perfil cultural del Este, así como su desarrollo económico. Los inmigrantes de las Antillas provenían principalmente de las islas inglesas y holandesas, y han sido llamados “Cocolos”. Esta población se dedicó básicamente al trabajo en los ingenios, aunque realizó también quehaceres artesanales y técnicos. El tesón, esfuerzo y gran disciplina de esta población de inmigrantes, les ha dado un sitio destacado en la sociedad dominicana, teniendo exponentes en las diferentes disciplinas en las que han elegido desarrollarse. Cabe señalar que la industria del azúcar fue el motor impulsor de su llegada al país, y se convirtieron en apreciados técnicos, llegando a tener el proceso industrial a su cargo. Estos mismos técnicos hoy laboran tanto en el país como en la industria azucarera de los Estados Unidos.

El movimiento industrial de San Pedro de Macorís, una vez iniciado el siglo XX, generó, como ya señalamos, un proceso de expropiación de las tierras campesinas; pues los grandes ingenios iniciaron la adquisición de las tierras bajo concesiones, compras o engaños, lo que provocó un gran descontento, creando un movimiento contestatario; primero con la guerrilla, para la primera ocupación americana y luego con el inicio del movimiento sindical.

Este movimiento económico creó una dinámica muy particular en el comercio, lo que atrajo una notable afluencia de migración árabe. Al igual que en el Cibao, se desarrolla con este grupo poblacional un comercio itinerante de buhoneros que visitaban los bateyes de la zona, convirtiéndose en una fuerte competencia para los almacenes de mercaderías, existentes en los mismos.

El período de oro de la región, sobre todo de la llamada Sultana del Este, San Pedro de Macorís, fue breve, aunque de innegable importancia no sólo para la región, sino para el país por todos sus aportes a la economía nacional y a los rasgos y manifestaciones culturales desarrolladas.

Al final del siglo XX, el cultivo de la caña en el Este, cuyo producto era el primer renglón de exportación del país, tomó de manera gradual un perfil bajo, al no necesitar nuestro principal comprador, Estados Unidos, del azúcar que producíamos. Esto aunado a la pobre administración de los ingenios estatales, por no haber logrado la diversificación y la tecnificación que demandaba la nueva realidad económica.

La industria turística, la Costa Norte y la Costa Este recibieron especial atención, gracias a las condiciones naturales que las favorecían; logrando la del Este un desarrollo inicial más ágil por el capital extranjero, ya existente en la zona, que invirtió en proyectos de infraestructura, desarrollo que se inicia en 1966 y ha sido sostenido hasta la fecha, con las consecuencias transformadoras que el mismo comporta.

A partir de la década de los ochenta se implementa como política económica nacional las zonas francas, teniendo el Este algunos de los primeros y principales parques que alojan estas industrias. Este fenómeno, aunque más voluble, ha afectado, tanto al turismo, la economía de la región, como los hábitos de sus pobladores.

La región de la que venimos tratando tiene particularidades que crean un perfil que le es propio. Una de las características más reconocida nacional e internacionalmente, a patir de la segunda mitad de este siglo, ha sido el auge del Base-Ball, con una gran cantidad de deportistas que han hecho historia en las Grandes Ligas.

Las migraciones antes señaladas aportaron sus costumbres culinarias, su idioma, su música y tradiciones religiosas, destacándose las churchas y los cantos que nos transportan al sur de los Estados Unidos, como probable origen común de destinos diversos. Las migraciones afroamericanas de las Antillas aportaron las sociedades secretas y las hermandades de ayuda mutua.

Las danzas y juegos conmemorativos de la Navidad y Año Nuevo remueven la población con el repiqueteo del triángulo y el “good morning”; siendo las más reconocidas, en la actualidad, la de los Guloyas y los Momises.

El santuario principal del país se encuentra allí, en Higüey, a pesar de que la patrona del país e incluso de la isla es La Virgen de Las Mercedes, cuyo santuario se encuentra en el Santo Cerro, en La Vega. La Virgen de La Altagracia es la patrona espiritual de los dominicanos, concitando una enorme atención y continua peregrinación.

Esta región es la única en el país que alberga la tradición de lidiar los toros, precisamente por ser una productora de ganado y pastoreo. Por otra parte, ha visto su tierra nacer figuras señeras de la patria, como son: los hermanos Fernando y Gastón Deligne, destacadas figuras de la literatura nacional; mujeres ejemplares, de temple y universal como fuera Evangelina Rodríguez, primera dominicana graduada en medicina y pionera del movimiento feminista.

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